- Señorita, respete la majestad presidencial. No sea majadera. Nosotros somos más, 400, y la podemos mandar a callar.
- Pero usted no es majestad. Es sólo presidente. Porque hasta donde sé, no es ni dios ni rey. Menos tiene la condición de admirable o de respeto.
- Claro que tengo respeto. Todo el Ecuador está para respetarme. Los enmantelados, los alza manos, los caza tiburones, los ladrones que me aplaudieron en la cárcel. Todo el que fue comprado con una promesa conveniente me respeta. ¡Qué memoria! Por favor, ¡cuánta necedad!
- Pero usted entonces se olvidó de que me envió a la casa de la verga. O, ¿que me llamó vieja?
- Por supuesto que yo no pude jamás llamarla así. No tengo memoria para esas ridiculeces. Me fijo más si algún idiota se atreve alzar su mano contra mí.
- Insisto, usted no tiene majestad. Aunque actúa como todo un rey que nada hace por su pueblo. Casas que nunca construyó en el tiempo previsto, retroceso del progreso comparado con los países hermanos, imitando la necedad de Venezuela e idolatrando Cuba.
- Cállate bestia salvaje, gordita horrorosa. Más que seguro eres una pelucona que no quiere vivir de las migajas que logré doblar en el bono de la miseria. Seguro quieres acaparar riquezas explotando gente que no quiere trabajar. Gente que quiere ser dependiente de mi gobierno centralista.
- He visto el futuro y usted ya fue juzgado. No logró nada. Heredó a sus hijos la vergüenza de sus actos.
- Guardias, saquen a esta mijita de su papá. Por suerte yo no soy como León Febres-Cordero si no, ya la habría mandado a torturar.
Desregulación: Argentina vs. Estados Unidos
Hace 1 día