Invitación a una boda
Los chistes machistas y racistas existen. Hay una velada manera de distinguir y discriminar a las personas por su sexo y por su raza.
Como ejercicio de apertura, piense en las características físicas de la persona que lo atiende en un chat asistido (donde no aparezca nombre y solamente el nombre de la empresa). ¿Se lo imagina por ejemplo, anciano, de cierta nacionalidad, sexo o color de piel?
Entonces, ni qué decir de las aprehensiones que tienen los ecuatorianos hacia una persona transexual, a una familia homoparental, o tan solo demostraciones afectivas en público.
Todavía se sorprende la gente si ve a un indígena besándose con una extranjera sajona. Si lleva su auto y quien lo atiende en la mecánica es una mujer.
Es que la humanidad se ha encargado de enseñarle a sus nuevas generaciones cómo etiquetar lo distinto. "Mira, tiene una discapacidad. Ponle en su frente la palabra 'enfermo'". "Y, ¿cómo así saliendo con esa clase de gente?". Los de la costa versus los de la sierra en comida, deporte, estilo de vida.
Pero como rasgo muy propio eso de meterse en la vida del otro y decirle cómo debe vivir su vida porque me incomoda la vista.
Las nuevas generaciones enseñan a las viejas. Los dinosaurios o evolucionan o se extinguen leí por ahí. Pronto, en pocos años, estaremos invitados a más de una boda y sé que yo estaré molesto por sus innumerables cuotas para sus despedidas, matrimonios, babyshowers, y tantas más celebraciones, pero de que será una misma sociedad sin discriminación donde no se preguntará si son homosexuales o heterosexuales, eso lo sé, que simplemente será una boda de gente y ya.
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