No soy político. No me considero mucho menos líder en esta área y por eso me doy la libertad de equivocarme olímpicamente en mis opiniones. Tonto el que pueda apegarse a una de ellas. Y ojo que no es disculpa sino más bien advertencia al incauto.
¿De qué quiero hablar? Ahora mismo estuve esperando a una persona que llegase a casa pendiente que nada malo le hubiera pasado en el camino. Ella misma me contó que mi papá se había preocupado de que llegase a su destino segura y por eso, había llamado al domicilio donde iba a estar en una cena. Es decir, ya los guayaquileños tenemos todo un sistema de acciones y patrones que serían absurdos en otras sociedades e incluso indelicados por demasiada curiosidad e intromisión.
Aquí vivo, en la ciudad de Guayaquil. Donde ahora la gente se preocupa de mirar dos, tres, cuatro veces y a todo lado deseando que no sea presa de un asalto. Mucho menos de un caso criminal. Nadie, y entiéndase bien, nadie sale de su casa pensando que se convertirá en víctima. La prudencia quiere evitarla pero no esperarla. Y al ver el periódico no dejo de pensar el asalto que los familiares de un victimado recibieron cuando le robaron la vida de su ser amado.
Nadie lo niega. Ecuador no es un país seguro. No sea tonto usted que es de otra ciudad pensando: "Eso es problema de Guayaquil porque acá en Quito somos cultos" (aplíquese a otras ciudades). Vale hacer la comparación de la pierna que se burla de la mano gangrenada, contenta de que no le pasa lo mismo por ser más cuidadosa. Por qué algo así siento en este país. Lo experimento así cuando un conductor me trae desde Ventanas y al llegar a mi ciudad suelta toda clase de quejas hacia la misma sin siquiera pasar un lapso prudencial de vivencia. Por suerte, Ventanas me pareció linda como ciudad pero nadie se quejó que hablase bien. Yo acá salto si hablan mentiras de mi querida casa.
Pero qué la produce. Caminé y bueno, podría ser la pobreza más no es la razón. Pensé un poco más y atiné a exagerar en posibles mafias deseosas de matar a diestro y siniestro. Tampoco me convenció como origen de tanto crimen. Seguro pasaron también: desempleo, miseria, etc. Al final, como razón última me dije que todo tenía origen en una de las anteriores: la falta de puestos de trabajo. Pensé en el más despiadado, desalmado contando su dinero, sin dejar pasar algo para su casa, para su hogar. Será que abriendo más plazas, más oportunidades laborales, más empresas y movimiento de capital en el mercado, más demanda de profesionales, ¿la delincuencia bajaría a porcentajes nunca pensados? No sé. Y más preguntas se me amontonan en fila.
Mientras tanto, atranco bien la puerta antes de dormir. Dos vueltas al cerrojo de la puerta exterior y claro, seguros a las interiores. Alarma en mi automóvil. No regreso por el mismo camino siempre. Las altas horas de la noche están destinadas al descanso y no para caminar.
Falta decisión de cooperación. Nuestro alcalde ha dicho que la corporación para la seguridad ciudadana no fue solicitada por la policía y que si ellos no desean, no pueden hacer nada. Entonces, si así hubiera sido con el alcantarillado, ¿también se hubiera quedado de brazos cruzados? Lo mismo con la competencia de las calles y la pelea del puente aquél. Falta realmente deseo. De parte y parte. Del gobierno porque textualmente su gobernador en el Guayas se congratulaba de haber quitado "el protagonismo" al municipio; y por su lado, el cabildo de no ponerse bien los pantalones y pedir la competencia o pelear por el bien del tercero que en este caso son sus ciudadanos guayaquileños. Acá nos estamos muriendo y gente que no quería morir.
Desde el escritorio la muerte es un número cómodo. No se acostumbre que usted podría ser el próximo.
¿De qué quiero hablar? Ahora mismo estuve esperando a una persona que llegase a casa pendiente que nada malo le hubiera pasado en el camino. Ella misma me contó que mi papá se había preocupado de que llegase a su destino segura y por eso, había llamado al domicilio donde iba a estar en una cena. Es decir, ya los guayaquileños tenemos todo un sistema de acciones y patrones que serían absurdos en otras sociedades e incluso indelicados por demasiada curiosidad e intromisión.
Aquí vivo, en la ciudad de Guayaquil. Donde ahora la gente se preocupa de mirar dos, tres, cuatro veces y a todo lado deseando que no sea presa de un asalto. Mucho menos de un caso criminal. Nadie, y entiéndase bien, nadie sale de su casa pensando que se convertirá en víctima. La prudencia quiere evitarla pero no esperarla. Y al ver el periódico no dejo de pensar el asalto que los familiares de un victimado recibieron cuando le robaron la vida de su ser amado.
Nadie lo niega. Ecuador no es un país seguro. No sea tonto usted que es de otra ciudad pensando: "Eso es problema de Guayaquil porque acá en Quito somos cultos" (aplíquese a otras ciudades). Vale hacer la comparación de la pierna que se burla de la mano gangrenada, contenta de que no le pasa lo mismo por ser más cuidadosa. Por qué algo así siento en este país. Lo experimento así cuando un conductor me trae desde Ventanas y al llegar a mi ciudad suelta toda clase de quejas hacia la misma sin siquiera pasar un lapso prudencial de vivencia. Por suerte, Ventanas me pareció linda como ciudad pero nadie se quejó que hablase bien. Yo acá salto si hablan mentiras de mi querida casa.
Pero qué la produce. Caminé y bueno, podría ser la pobreza más no es la razón. Pensé un poco más y atiné a exagerar en posibles mafias deseosas de matar a diestro y siniestro. Tampoco me convenció como origen de tanto crimen. Seguro pasaron también: desempleo, miseria, etc. Al final, como razón última me dije que todo tenía origen en una de las anteriores: la falta de puestos de trabajo. Pensé en el más despiadado, desalmado contando su dinero, sin dejar pasar algo para su casa, para su hogar. Será que abriendo más plazas, más oportunidades laborales, más empresas y movimiento de capital en el mercado, más demanda de profesionales, ¿la delincuencia bajaría a porcentajes nunca pensados? No sé. Y más preguntas se me amontonan en fila.
Mientras tanto, atranco bien la puerta antes de dormir. Dos vueltas al cerrojo de la puerta exterior y claro, seguros a las interiores. Alarma en mi automóvil. No regreso por el mismo camino siempre. Las altas horas de la noche están destinadas al descanso y no para caminar.
Falta decisión de cooperación. Nuestro alcalde ha dicho que la corporación para la seguridad ciudadana no fue solicitada por la policía y que si ellos no desean, no pueden hacer nada. Entonces, si así hubiera sido con el alcantarillado, ¿también se hubiera quedado de brazos cruzados? Lo mismo con la competencia de las calles y la pelea del puente aquél. Falta realmente deseo. De parte y parte. Del gobierno porque textualmente su gobernador en el Guayas se congratulaba de haber quitado "el protagonismo" al municipio; y por su lado, el cabildo de no ponerse bien los pantalones y pedir la competencia o pelear por el bien del tercero que en este caso son sus ciudadanos guayaquileños. Acá nos estamos muriendo y gente que no quería morir.
Desde el escritorio la muerte es un número cómodo. No se acostumbre que usted podría ser el próximo.